TOMADO DE ARGENPRESS
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Si existe un área del conocimiento que ha permanecido como suspendida en un estado de hibernación en el período post guerra fría anterior, es aquella de las relaciones internacionales. Como cuerpo teórico y académico en primer lugar y como instrumento de política exterior en determinadas instancias, ha debido enfrentar problemas en un mundo que se presenta con contradicciones inconmensurables excepto en un plano: la necesidad por la supremacía de cualquier nación en el área que sea.
Desde el realismo duro o blando, el idealismo con acento en lo ideológico, al constructivismo liberal o el puesto de moda “poder atractivo y persuasivo”, han sido constructos de análisis que se han estrellado en conflictos como en la Ex -Yugoslavia, en el África y especialmente en las ocupaciones en Afganistán e Irak. Ahora con Siria y una guerra artificial prolongada a la fuerza para derrocar un gobierno, esos constructos se estrellan nuevamente.
El sistema de vigilancia planetaria implantado por Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001 se debe agregar como otro factor determinante que altera las condicionantes y los supuestos con que se analizan y administran las relaciones internacionales.
Como que el cerrado núcleo de guerra fría con su eje de paz y contención al holocausto nuclear, al abrirse hacia libertad, democracia y mercados, convirtiera al antiguo orden mundial en una anarquía dislocada y sin límites en donde prima la desconfianza. Y, como para ponerle freno al desenfado, en medio del evidente progreso hay como un regreso brusco a la Edad Media con algunas pinceladas del Príncipe de Macchiavello en eso de consolidar supremacía. Estados Unidos encabeza este proceso que consiste en más caos que orden y en este sentido el único beneficiado es su poderío bélico y su problemática economía.
La naturaleza del actual escenario internacional consiste en una transición compleja y lo de Siria es un ejemplo directo y claro. Desde un mundo bipolar rígido, observamos la construcción de una multipolaridad aún con rasgos indefinidos en materia de orden mundial y sistema de equilibrios. Arabia Saudí aspira a la supremacía regional a toda costa y paradójicamente en alianza con Israel, algo impensado 20 años atrás. Es tan fuerte el afán sionista por dominar la zona que entra en alianza con la monarquía Saudí, una de las más retrógradas en el mundo árabe, para asumir el rol de potencias regionales.
Los niveles de supremacía de una nación o un grupo de naciones respecto a otras naciones, o de una región respecto a otra, se hace cada vez más evidente en diferentes planos: económico, energético, demográfico, territorial, tecnológico, cultural, capital humano y demográfico, aunque fundamentalmente en el bélico. En el caso de esta región convulsionada hace bastante tiempo, el predominio bélico se ha hecho evidente.
Lo que se constata es el desarrollo de una globalización que ha limitado la capacidad de los estados para administrar sus economías, sus riquezas, determinar sus estrategias de desarrollo y protegerlos de variadas formas de desintegración, una de ellas como la que observamos en Siria, en Irak, la que se incuba en Egipto. Se observan niveles de desequilibrios incidiendo en un sistema de relaciones internacionales cada vez más complejo y menos democrático.
¿Habrá Ginebra II para el pueblo Sirio?
La reciente visita del secretario de estado estadounidense John Kerry a Arabia Saudí y las declaraciones oficiales de estas naciones desnudan ese rasgo de la operación que fracasó y se inscriben en ese clima de beligerancia generado por los propósitos de supremacía a toda costa, aun habiendo perdido la guerra.
Ambos encargados de las relaciones internacionales de sus países, Kerry y su par Saud al-Faisal, coincidieron en que compartían un objetivo común y que no era otro que el acabar con el gobierno en Siria. Este ha sido el factor clave que ha prolongando inicio de la conferencia Ginebra II y poner fin a la guerra. Como que después de las destempladas declaraciones del representante de la diplomacia Saudí, se hubieran acabado los intersticios y las capas de cebolla y mucho haya quedado al descubierto.
Eso de poner fin a la guerra en Siria después de una negociación política para una transición que implica cambio de gobierno a través de elecciones se puede prestar a confusión. Los supuestos son demasiados.
En primer lugar, en el plano inmediato significa que la oposición política al gobierno Sirio tiene el poder de llamar a los 10 y más grupos armados para detener el fuego y la insurrección. En segundo lugar y lo más importante, que los seis países liderando la aventura de derrocar al presidente Sirio podrán fin al plan. Es difícil un acuerdo entre Estados Unidos, Israel, Francia, Reino Unido, Turquía y Arabia Saudí para suspender la guerra si la presa mayor – Bashar al Assad- permanece en el poder, aunque sea un día después de Ginebra II. El líder de la Coalición Nacional Siria (CNS), Ahmad Jarba, dijo el domingo que su grupo no asistiría a la conferencia si Irán participa en Ginebra II y si no hay un plan específico para que Assad abandone la presidencia. Estas demandas fueron consideradas una provocación, anunció el ministro ruso de asuntos exteriores, Sergei Lavrov el pasado martes.
El tercer supuesto es el de la actividad terrorista y de quiénes o que países mejor dicho, se hacen responsable de suspenderla.
Es más que probable que en esta guerra plena de sorpresas y giros a la vuelta de la esquina y a espaldas de lo conversado, nos depare más sorpresas aún. El test consistirá cuando las partes que sean lleguen a la mesa de negociaciones, declaren el fin a la guerra y ésta continúe por el carril en que ha estado funcionando, sin que nadie impida la actividad terrorista que ha sido el baluarte del plan de derrocar al gobierno. Esta es la incógnita mayor en el plano formal de la diplomacia de las naciones que han sustentado el plan de guerra a Siria, incógnita hasta cierto punto porque si la actividad terrorista se detiene es porque en algún cuartel se dio la orden y en ese cuartel claramente se “cocina” el poder. ¿Cuál o cuáles de los países que entraron en el plan, asumirán haber actuado en connivencia con el terrorismo?
En este sentido la parte Saudí pareciera estar fuera de control literalmente y el objetivo de su par estadounidense John Kerry no podría haber sido otro que contener a un enardecido gobierno Saudí que reconocidamente ha contribuido en forma crucial a la prolongación del conflicto en Siria. Especialmente gravitante ha sido el envío de armas a esa fuerza multinacional armada compuesta por terroristas y fanáticos religiosos. Hay una desesperación en los promotores de este plan de derrocamiento porque el tinglado se está desarmando a medida que el ejército sirio controla las partes más neurálgicas del país y la oposición pierde legitimidad con la población siria.
De llevarse a cabo exitosamente la conferencia de Ginebra II para la paz en Siria y que efectivamente se acuerde un plan de transición política hacia una democracia decidida por los sirios en forma abierta, estaríamos en presencia de un paso significativo en democratizar las relaciones internacionales. Sería un regreso a respetar la Carta de Naciones Unidas y un triunfo de un mutilado multilateralismo. Estados Unidos es fundamental para que esto ocurra. Rusia está haciendo su parte.
El sacrificio Sirio merece reivindicar patrones internacionales con equilibrios de poder y contención a supremacías destructivas. Son principios que sustentan el orden mundial consagrado en la Carta de Naciones Unidas. La guerra que aún se mantiene artificialmente en Siria para derrocar el gobierno, exhibe con realismo la ausencia de democracia en las relaciones internacionales. También describe la prevalencia de la supremacía como el factor principal que impide ese desarrollo. Por el factor del terrorismo y esa prolongación artificial sin apoyo popular en Siria, la guerra ha dejado de ser la operación sofisticada que se entramaba detrás de las llamadas revueltas populares bajo el logo de primavera árabe.
Si existe un área del conocimiento que ha permanecido como suspendida en un estado de hibernación en el período post guerra fría anterior, es aquella de las relaciones internacionales. Como cuerpo teórico y académico en primer lugar y como instrumento de política exterior en determinadas instancias, ha debido enfrentar problemas en un mundo que se presenta con contradicciones inconmensurables excepto en un plano: la necesidad por la supremacía de cualquier nación en el área que sea.
Desde el realismo duro o blando, el idealismo con acento en lo ideológico, al constructivismo liberal o el puesto de moda “poder atractivo y persuasivo”, han sido constructos de análisis que se han estrellado en conflictos como en la Ex -Yugoslavia, en el África y especialmente en las ocupaciones en Afganistán e Irak. Ahora con Siria y una guerra artificial prolongada a la fuerza para derrocar un gobierno, esos constructos se estrellan nuevamente.
El sistema de vigilancia planetaria implantado por Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001 se debe agregar como otro factor determinante que altera las condicionantes y los supuestos con que se analizan y administran las relaciones internacionales.
Como que el cerrado núcleo de guerra fría con su eje de paz y contención al holocausto nuclear, al abrirse hacia libertad, democracia y mercados, convirtiera al antiguo orden mundial en una anarquía dislocada y sin límites en donde prima la desconfianza. Y, como para ponerle freno al desenfado, en medio del evidente progreso hay como un regreso brusco a la Edad Media con algunas pinceladas del Príncipe de Macchiavello en eso de consolidar supremacía. Estados Unidos encabeza este proceso que consiste en más caos que orden y en este sentido el único beneficiado es su poderío bélico y su problemática economía.
La naturaleza del actual escenario internacional consiste en una transición compleja y lo de Siria es un ejemplo directo y claro. Desde un mundo bipolar rígido, observamos la construcción de una multipolaridad aún con rasgos indefinidos en materia de orden mundial y sistema de equilibrios. Arabia Saudí aspira a la supremacía regional a toda costa y paradójicamente en alianza con Israel, algo impensado 20 años atrás. Es tan fuerte el afán sionista por dominar la zona que entra en alianza con la monarquía Saudí, una de las más retrógradas en el mundo árabe, para asumir el rol de potencias regionales.
Los niveles de supremacía de una nación o un grupo de naciones respecto a otras naciones, o de una región respecto a otra, se hace cada vez más evidente en diferentes planos: económico, energético, demográfico, territorial, tecnológico, cultural, capital humano y demográfico, aunque fundamentalmente en el bélico. En el caso de esta región convulsionada hace bastante tiempo, el predominio bélico se ha hecho evidente.
Lo que se constata es el desarrollo de una globalización que ha limitado la capacidad de los estados para administrar sus economías, sus riquezas, determinar sus estrategias de desarrollo y protegerlos de variadas formas de desintegración, una de ellas como la que observamos en Siria, en Irak, la que se incuba en Egipto. Se observan niveles de desequilibrios incidiendo en un sistema de relaciones internacionales cada vez más complejo y menos democrático.
¿Habrá Ginebra II para el pueblo Sirio?
La reciente visita del secretario de estado estadounidense John Kerry a Arabia Saudí y las declaraciones oficiales de estas naciones desnudan ese rasgo de la operación que fracasó y se inscriben en ese clima de beligerancia generado por los propósitos de supremacía a toda costa, aun habiendo perdido la guerra.
Ambos encargados de las relaciones internacionales de sus países, Kerry y su par Saud al-Faisal, coincidieron en que compartían un objetivo común y que no era otro que el acabar con el gobierno en Siria. Este ha sido el factor clave que ha prolongando inicio de la conferencia Ginebra II y poner fin a la guerra. Como que después de las destempladas declaraciones del representante de la diplomacia Saudí, se hubieran acabado los intersticios y las capas de cebolla y mucho haya quedado al descubierto.
Eso de poner fin a la guerra en Siria después de una negociación política para una transición que implica cambio de gobierno a través de elecciones se puede prestar a confusión. Los supuestos son demasiados.
En primer lugar, en el plano inmediato significa que la oposición política al gobierno Sirio tiene el poder de llamar a los 10 y más grupos armados para detener el fuego y la insurrección. En segundo lugar y lo más importante, que los seis países liderando la aventura de derrocar al presidente Sirio podrán fin al plan. Es difícil un acuerdo entre Estados Unidos, Israel, Francia, Reino Unido, Turquía y Arabia Saudí para suspender la guerra si la presa mayor – Bashar al Assad- permanece en el poder, aunque sea un día después de Ginebra II. El líder de la Coalición Nacional Siria (CNS), Ahmad Jarba, dijo el domingo que su grupo no asistiría a la conferencia si Irán participa en Ginebra II y si no hay un plan específico para que Assad abandone la presidencia. Estas demandas fueron consideradas una provocación, anunció el ministro ruso de asuntos exteriores, Sergei Lavrov el pasado martes.
El tercer supuesto es el de la actividad terrorista y de quiénes o que países mejor dicho, se hacen responsable de suspenderla.
Es más que probable que en esta guerra plena de sorpresas y giros a la vuelta de la esquina y a espaldas de lo conversado, nos depare más sorpresas aún. El test consistirá cuando las partes que sean lleguen a la mesa de negociaciones, declaren el fin a la guerra y ésta continúe por el carril en que ha estado funcionando, sin que nadie impida la actividad terrorista que ha sido el baluarte del plan de derrocar al gobierno. Esta es la incógnita mayor en el plano formal de la diplomacia de las naciones que han sustentado el plan de guerra a Siria, incógnita hasta cierto punto porque si la actividad terrorista se detiene es porque en algún cuartel se dio la orden y en ese cuartel claramente se “cocina” el poder. ¿Cuál o cuáles de los países que entraron en el plan, asumirán haber actuado en connivencia con el terrorismo?
En este sentido la parte Saudí pareciera estar fuera de control literalmente y el objetivo de su par estadounidense John Kerry no podría haber sido otro que contener a un enardecido gobierno Saudí que reconocidamente ha contribuido en forma crucial a la prolongación del conflicto en Siria. Especialmente gravitante ha sido el envío de armas a esa fuerza multinacional armada compuesta por terroristas y fanáticos religiosos. Hay una desesperación en los promotores de este plan de derrocamiento porque el tinglado se está desarmando a medida que el ejército sirio controla las partes más neurálgicas del país y la oposición pierde legitimidad con la población siria.
De llevarse a cabo exitosamente la conferencia de Ginebra II para la paz en Siria y que efectivamente se acuerde un plan de transición política hacia una democracia decidida por los sirios en forma abierta, estaríamos en presencia de un paso significativo en democratizar las relaciones internacionales. Sería un regreso a respetar la Carta de Naciones Unidas y un triunfo de un mutilado multilateralismo. Estados Unidos es fundamental para que esto ocurra. Rusia está haciendo su parte.
El sacrificio Sirio merece reivindicar patrones internacionales con equilibrios de poder y contención a supremacías destructivas. Son principios que sustentan el orden mundial consagrado en la Carta de Naciones Unidas. La guerra que aún se mantiene artificialmente en Siria para derrocar el gobierno, exhibe con realismo la ausencia de democracia en las relaciones internacionales. También describe la prevalencia de la supremacía como el factor principal que impide ese desarrollo. Por el factor del terrorismo y esa prolongación artificial sin apoyo popular en Siria, la guerra ha dejado de ser la operación sofisticada que se entramaba detrás de las llamadas revueltas populares bajo el logo de primavera árabe.
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