3 oct 2011

La Guerra de Irak, una invención oportunista

Por Walter Murcia

En el presente ensayo se analiza la Guerra de Irak, también llamada II Guerra del Golfo, Operación Libertad, Ocupación o Invasión de Irak. En esta guerra se puso de manifiesto la ambición de Estados Unidos (EE.UU.) por fortalecer su identidad hegemónica sin importar los costos. A pesar, que se percibía un ambiente de relativa “paz” en el escenario internacional post Guerra Fría. La Guerra de Irak se enmarcó en la lucha global contra el terrorismo que lideró la Administración Bush a partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11-S). Dichos atentados fueron catalogados como ataques terroristas asociados al fundamentalismo islámico. Se instaló en el imaginario colectivo, una especie de un nuevo Pearl Harbor. Esto vino acompañado también, de un sentimiento de inseguridad y miedo, no solo en la sociedad norteamericana, sino que trascendió a todo el mundo. Desde la política exterior norteamericana se fueron recreando nuevos fantasmas que recorrerían el mundo, como el terrorismo, las Armas de Destrucción Masiva y los “rogue states”.

Desde las relaciones internacionales, esta guerra que cumple casi 10 años, es posible analizarla desde el enfoque constructivista. Wendt,[1] plantea que el constructivismo es una teoría social para entender las relaciones internacionales, donde los intereses e identidades son constituidos intersubjetivamente, es decir, son el resultado de un proceso continuo de interacciones entre los Estados. Como los realistas, los constructivistas también consideran el poder como un elemento importante. Pero la diferencia radica en que los realistas lo entienden en términos materiales y para los constructivistas la fuente principal del poder está en las ideas. Por ello, los intereses, ideas, percepciones, identidades y el “speech act” (discurso) que tengan los gobiernos serán fundamentales en el proceso de toma de decisiones de la política exterior. En ese sentido, la política exterior de la Administración Bush, muy influenciada por la elite neoconservadora recreó su identidad a través de la construcción de nuevos enemigos, principalmente, el terrorismo.

A pesar que el constructivismo es una teoría de la política internacional y no para el análisis de la política exterior, se sustraen ciertos elementos para identificar la construcción de la identidad de Estados Unidos y del “Otro” que corresponde, para efectos de este análisis, a Irak. A nivel discursivo, la identidad es utilizada para moldear el significado de una palabra en oposición a otras. A nivel psicológico, la identidad se relaciona con la construcción del “Yo”. A nivel social, la identidad dibuja la representación de un “nosotros”. La identidad estatal es construida principalmente a través del discurso político, la cual se fortalece muchas veces en contextos de crisis.

Wendt plantea que existen tres alternativas sobre la percepción que un país puede tener en cuanto a sus relaciones con sus pares. Los Estados interactúan sobre la base de enemistad, rivalidad o amistad.[2] Sobre esta base, un Estado actúa frente a otro dependiendo si lo percibe como amigo, rival o enemigo. Si es enemigo, la relación se puede tornar conflictiva, recurriendo a la guerra. Para el caso particular que interesa, EE.UU. percibió a Irak como una amenaza, asignándole una identidad de enemigo y estableciendo el objetivo de derrocar el régimen de Hussein. Como señala Robert Jervis, las relaciones entre actores, no son en sentido puro, tal cual existen, sino entre las imágenes de los mismos. Por ello, la percepción juega un papel determinante. Jervis señala dos entornos que coexisten: operativo y psicológico. El primero, sería la realidad tal y como existe, mientras que el segundo es la realidad tal y como es percibida por los actores[3].

No se pretende explicar todos los factores que incidieron en esta guerra, ni hacer una cronología de los hechos más importantes. Pero si explicar el proceso de “securitización” que llevó a ubicar como amenaza para la seguridad de EE.UU. y del mundo, al régimen de Saddam Hussein y a tomar “medidas extraordinarias”, como fue el uso del poder militar para atacar Irak, a pesar de no tener la legitimidad necesaria y el respaldo de la ONU. El enfoque de securitizacion, propuesto por la Escuela de Copenhague, considera que la seguridad es una construcción social, por tanto se puede indicar si un tema ha sido securitizado. Eso significa que la amenaza es de tal magnitud y gravedad que si no se resuelve con estatus de prioridad, no se podrá resolver ningún otro asunto. En consecuencia, la securitización puede ser vista como la politización extrema de un problema. Desde este enfoque, la seguridad se refiere a “una amenaza existencial a un objeto de referencia” pero es un actor “securitizador” el que define la amenaza en términos existenciales y, por lo tanto, “propone medidas de emergencia más allá de las existentes reglas del juego que, en otras situaciones, se hubieran respetado”[4].

La Administración Bush, como actor securitizador se valió de diferentes recursos para influir en la opinión pública nacional como internacional para obtener los apoyos necesarios que dieran la legitimad de la guerra. Desde los discursos, los informes, las estrategias, hasta el rol de los “mass media” fueron claves en el proceso de securitización y la construcción social de la amenaza existencial que representaba el régimen de Hussein, al cual se le atribuyó conexiones con el terrorismo y las ADM. Los discursos desempeñan un papel fundamental en la construcción y legitimación de las representaciones y percepciones de los acontecimientos y las identidades. Siguiendo a la Escuela de Copenhague, lo anterior conlleva a movilizar a los ciudadanos en torno a la voluntad de las elites nacionales y grupos de poder.

Este ensayo sostiene que la instrumentalización y explotación política de valores, creencias, símbolos y mitos del imaginario social fue una constante en la construcción de la guerra de Irak.

La Construcción del “Otro”
Con el fin de la Guerra Fría y la disolución de la amenaza soviética, se refuerza la preeminencia de los EE.UU (“el momento unipolar”). Un solo Estado se proclamaba vencedor de la Guerra Fría, y se encontraba sin enemigos. Pero eso no significaba que hubiese desaparecido la imagen del enemigo. Al contrario, estaba en ciernes una búsqueda generalizada del enemigo perdido.[5] Este escenario sufre una metamorfosis a partir del 11-S, ataques que representaron un golpe simbólico al sistema de valores de EE.UU. y del orden occidental, pero también una oportunidad.

Como afirma Juan Tokatlian, “La construcción del enemigo ha sido vital para la formulación de la política exterior de los EE.UU. durante buena parte del siglo XX, y ha sido una construcción fundamental para que EE.UU. tuviera una política consistente. Cuando careció de enemigos, se dispersó y tuvo políticas erráticas”.[6] Esto explica la ambigüedad en la definición de los intereses nacionales de EE.UU. después de la Guerra Fría. El derrumbamiento de la URSS generó una inestabilidad en la auto-percepción de EE.UU.

Con el 11-S quedo demostrado que EE.UU. no estaba preparado para responder a un ataque de dicha naturaleza, por el hecho que tradicionalmente se consideraba como una amenaza aquella agresión que proviniera de un Estado, y no de un actor no estatal. Los ataques terroristas marcan un punto de inflexión en las estructuras y mecanismos de seguridad de los EE.UU, debido a que ya no se trataba de una guerra contra un estado, sino contra actores no estatales con influencia internacional, de accionar asimétrico, como son las redes terroristas. Tal como apunta Kaldor[7], para entender las nuevas guerras, “la violencia entre estados se encuentra en un nivel bastante bajo, ya que ha sido transformada por un nuevo tipo de guerras: guerras civiles, de baja intensidad, de larga duración, en la periferia del sistema, de intereses difusos y cambiantes, así como la guerra contra el terrorismo”.

Haciendo una lectura del 11-S, el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, se refirió a la necesidad de "imponer un nuevo vocabulario y diferentes construcciones", distintas a las tradicionales: "EE.UU. no fue atacado por tradicionales ejércitos, sino por enemigos ocultos. Los ataques representaron una nueva forma de guerra (...) fueron una alerta de que estamos entrando en un nuevo período peligroso en el cual la invulnerabilidad ha sido reemplazada por una nueva era de vulnerabilidad; Debemos pasar de una mentalidad y un planeamiento "basado en amenazas" a una mentalidad y un planeamiento "basado en capacidades". Es decir, no sólo quién es el enemigo, sino cómo nos atacará"[8]. Por ello, para la Administración Bush y dada la dinámica de las nuevas amenazas y sus actores, era necesario redefinir las doctrinas y políticas debido a que no se podía continuar con la estrategia de disuasión y contención. De forma que se impuso una agenda exterior basada estrictamente en la seguridad.

El mismo día de los ataques, el presidente Bush se dirigió en un breve discurso televisado a su nación declarando que "los Estados Unidos buscarán y castigarán a los responsables de estos actos cobardes," (…) "la resolución de nuestra gran nación está siendo probada. Pero no cometan errores: Demostraremos al mundo que pasaremos esta prueba”. “Estados Unidos ha sido blanco de un ataque porque es el faro más brillante de la Libertad y el Progreso en el mundo. Y nadie hará que esa luz se apague. Hoy, nuestra nación ha visto la maldad, lo peor de la naturaleza humana” [9]. En dicho discurso hizo su primer acercamiento de lo que un año después sería la Doctrina Bush: “No haremos distinción entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que los hospedan”[10].

A partir del 11-S, EE.UU. fue desarrollando su identidad en base a la amenaza que representaba el terrorismo, extendiendo la agenda de securitización, a aquellos países que diran refugio a células terroristas. Tal como lo dejó claro Bush, un día después de los atentados:”Los deliberados y mortíferos ataques que fueron perpetrados contra nuestro país fueron más que actos de terror. Fueron actos de guerra. Esto requerirá a nuestro país unirse en una firme determinación y resolución... La Libertad y la Democracia están bajo ataque... El enemigo atacó no sólo a nuestra gente sino a toda la gente amante de la libertad, en todas partes del mundo.... Esta será una lucha monumental del Bien contra el Mal. Pero el Bien prevalecerá”[11].Vale decir que se resalta la idea del terrorismo, a pesar que no hay consenso en su definición, pero se le compara con actos de guerra. El uso peyorativo con el que se utiliza al terrorismo, le permite a EE.UU. justificar cualquier acción que implique el uso de la fuerza. Para este país, las guerras han sido parte de su identidad hegemónica.

Como una de las lecturas que la Administración Bush hace sobre los atentados del 11-S, es que se trataba de una guerra entre el “Bien y el Mal”, que al representar EE.UU. el “Bien” tiene una responsabilidad de defender la libertad y la democracia, y gradualmente se irían justificando sus enemigos. El 13 de septiembre de 2001, el presidente Bush mencionó que "los que ayudaron o abrigaron a los terroristas serán castigados. La enormidad de su mal lo exige así."[12] Al día siguiente, Bush amplió los objetos referentes declarando que, "nuestra responsabilidad en la historia está clara: responder a estos ataques y librar al mundo del mal”[13]. Sin embargo, dado que se atribuyó a actores no estatales como responsables de los atentados, era necesario extender el objeto de la respuesta. Unos días después, el presidente Bush declaró "después de todo, nuestra misión no es sólo con Osama Bin Laden y la organización Al Qaeda. Nuestra misión es luchar contra el terrorismo". Ese discurso legitimaba a AlQaeda como enemigo, así como, conllevo al ataque contra Afganistán removiendo a los talibanes del poder y calificando a este tipo de estados como “regímenes hostiles”, declarando que “cada nación en cada región ahora tiene una decisión” “o están con nosotros o están con los terroristas.”[14]

En el proceso de construcción del enemigo la Administración Bush recurre a una serie de valores y creencias culturales e ideológicas que están fuertemente arraigados en el imaginario social de su nación, así como en la cultura occidental. Los imaginarios sociales estructuran la memoria histórica, la experiencia social y construyen la realidad. Sin estas formas simbólicas, cargadas de significados y sentidos comunes compartidos, es difícil sostener los sistemas de racionalización ideológica en una sociedad[15]. El 11-S y el terrorismo en sí, no reflejan un cambio sistémico en el sistema internacional, pero si fue funcional para la redefinición de la política exterior de la Administración Bush, que a través de la manipulación del miedo y la incertidumbre que estaba presente en la sociedad estadounidense, activaron los mecanismos que toda gran potencia posee para acabar con el enemigo, para ello era necesario sobredimensionar las amenazas. Por ello, el presidente Bush en sus discursos, aludió a diferentes objetos referentes, pero se resaltaron también valores cristianos, para tener el apoyo de la sociedad estadounidense, más que todo de la audiencia protestante y conservadora. “La libertad y el miedo, la justicia y la crueldad, han estado siempre en la guerra. Y sabemos que Dios no es neutral entre ellas”[16].
El terrorismo y las nuevas amenazas que fueron tomando forma e identidad, pasaron por un proceso de identificación donde a través del discurso se hizo evidente el objetivo de securitizar. Fue así que el discurso, representó uno de los mecanismos fundamentales para ampliar la agenda de amenazas existenciales. Se argumentó además, que se trataba de una guerra contra la “civilización”; pero acaso, ¿existe solamente una civilización?, de manera autoritaria, el presidente Bush y sus asesores neoconservadores determinaron que “los ataques del 11-S constituyeron en realidad un ataque contra todos los países civilizados”, lo cual forma parte de una serie de oposiciones binarias para apropiarse del lado positivo: lo que no es civilización se identifica con la ‘barbarie’, esto es era el mundo islámico[17]

La cuestión “Irak”

Se recurrió a profundizar el “nosotros”, otorgándose una identidad de los buenos “el eje del bien”, de esa manera se iba preparando el camino para construir la identidad del “otro”, es decir, de los “malos”, en este caso Irak. Dentro de la dinámica securitizadora siguieron ciertas políticas y discursos para exaltar los valores norteamericanos, cuyo efecto sirvió para aumentar los apoyos y cohesión interna de los grupos. Progresivamente, el enemigo iba tomando forma, Bush, un año después del 11-S, incorporó una dimensión significativa que serviría como sostén para vincular al régimen de Saddam Hussein, normativa y conceptualmente, con la amenaza terrorista.

Se asoció al “enemigo” con aquellos Estados que desarrollaban Armas de Destrucción Masiva (ADM). Durante su discurso de West Point del 1 de junio de 2002, el presidente Bush declaró: “Hoy nuestros enemigos ven las ADM como una opción. Para los “rogue states” (estados canallas) estas armas son herramientas de intimidación y agresión militar contra sus vecinos. Estas armas pueden también permitir a estos Estados intentar chantajear a los EE.UU. y sus aliados para evitar nuestro rechazo a su comportamiento agresivo. Tales Estados ven estas armas como la mejor forma de alcanzar la superioridad convencional de los EE.UU.”[18]

Ese mismo día, se incorporó también al discurso el concepto de Guerra Preventiva, declarando: "no podemos defender Norteamérica esperando lo mejor... Si esperamos que las amenazas se materialicen completamente, habremos esperado demasiado... Debemos llevar la batalla al enemigo, interrumpir sus planes, y enfrentar las peores amenazas antes de que ellas emerjan"[19]. Estas declaraciones iban abonando y de alguna manera advirtiendo lo que se venía, y la posterior aplicación de medidas extraordinarias. Se argumentó a la supervivencia, como justificación de la aplicación de la National Security Strategy of the United States of America (NSS 2002) más conocida como Doctrina Preventiva de la Seguridad Nacional. Esta doctrina plantea atacar primero antes de ser atacado, eliminando enemigos o futuras amenazas, o decidir iniciar una guerra bajo la prerrogativa de “la autoridad soberana de los EE.UU.”

En esa línea, el presidente Bush abogó por la violación de una de las normas más elementales del derecho internacional, la agresión externa. Así como, relaciono la postura de EE.UU. en la Guerra Fría con la guerra contra el terror, y afirmaba también la posición unilateralista como “benevolente”, por el hecho de representar los valores morales universales: "porque la guerra contra el terror requerirá resolución y paciencia, también requerirá un propósito moral firme. De esta manera nuestra lucha es similar a la Guerra Fría.... La verdad moral es la misma en cada cultura, en todo momento, y en cada lugar... Estamos en un conflicto entre el bien y el mal, y EE.UU. llamará al mal por su nombre."[20], llámese Corea del Norte, Afganistan, Irán y particularmente Irak, que fueron denominados como el “eje del mal”.

Esa concepción apocalíptica de la política exterior de la lucha entre “el bien y el mal”, o en palabras del presidente Bush, “o se está con ellos o con nosotros” encuentra basamento en un moralismo absolutista basado en la religión protestante. Además del 11-S, hay otros factores que influyeron para la construcción de la identidad de EE.UU., así como para la formulación de nuevas doctrinas como la NSS 2002. Entre estos factores se encuentra el peso político e influencia de la ideología neoconservadora, especialmente el “think tank”, Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), del cual surge la Doctrina Bush de las guerras preventivas. La visión de este think tank, financiado por la industria armamentística y petrolera en Medio Oriente, es que EE.UU. tenía que ejercer mayor preponderancia, dado el momento unipolar, sustentado en la supremacía militar. Las ideologías aportan un cierto confort psicológico al individuo, ya que eliminan gran parte de la incertidumbre que supone vivir en un mundo complejo, facilitan su proceso cognitivo y le aportan una explicación asumible de la realidad, y de cuáles deben ser sus pautas de actuación.[21]

De hecho, la elite neoconservadora del PNAC, una semana después del 11-S publicaron una carta abierta al presidente Bush en la cual consideraban fundamental la ofensiva internacional que EE.UU. activaría en la lucha contra el terrorismo y otras amenazas: “Estamos de acuerdo en que el objetivo clave, lo que no significa que sea el único objetivo, de la actual guerra al terrorismo debe ser, capturar o matar a Osama Bin Laden, y destruir su red de asociados. (…) Puede ser que el gobierno iraquí haya facilitado algún tipo de asistencia al reciente ataque en los EE.UU. Pero incluso si las evidencias no vinculan directamente a Irak con el ataque, cualquier estrategia que apunte a la erradicación del terrorismo y sus patrocinadores debe incluir un decidido esfuerzo para remover a Sadam del poder en Irak. Un fracaso a la hora de acometer este esfuerzo constituye una temprana y quizás decisiva rendición en la guerra al terrorismo internacional”.[22]

Esta visión se materializó en la NSS 2002 que reafirma el derecho de EE.UU. a tomar “acciones preventivas para defenderse, incluso en el caso de que se desconozca la hora y el lugar en que se cometerá el ataque enemigo. La declaración de Bush que precede al documento de la NSS 2002 establece que “finalmente, los EE.UU. usarán este momento de oportunidad para extender los beneficios de la libertad a través del mundo” (Bush, 2002: iv) lo cual refleja la influencia de la ideología neoconservadora para sacar provecho de esa ventana de oportunidad como fue el 11-S, para considerar no solo al terrorismo como nuevo enemigo sino también aquellos Estados que se opusieran a sus intereses o desafiaran su statu quo de preeminencia mundial.

La identidad que fue construyendo EE.UU. se puede atribuir a la influencia de la visión y pensamiento neoconservador. Al autoproclamarse un rol universalista, mesiánico y unilateralista para salvar al mundo del “mal”. La Administración Bush basó su guerra en la defensa de objetos referentes de diferente índole, pero sobre todo utilizó categorías como la democracia, la libertad, la seguridad, que constituían variables importantes en el discurso de securitización dirigido hacia las audiencias.

Irak ha sido un problema sin resolver para EEUU. El interés de Irak no nace con el 11-S, desde el fin de la primera Guerra del Golfo (1990-1991) ya había una campaña de difusión desde el gobierno y los medios de comunicación de proyectar una imagen de Hussein como tirano que constituía una amenaza existencial. Para 1998, el PNAC insistió a la Administración Clinton, que el cambio de régimen en Irak debía ser un objetivo prioritario de la política exterior estadounidense, por el hecho que representaba una amenaza para “la seguridad y los intereses norteamericanos” a la vez que mencionaban el peligro que “una significante porción de las fuentes mundiales de petróleo” se mantuviera en manos enemigas[23]. Para ello apoyaban una intervención armada en Irak argumentando el unilateralismo. Irak tenía una función que cumplir en la ideología neoconservadora desde antes del 11-S, así como, ya se hacía referencia a operar fuera del marco de la ONU (romper reglas).

Para la Administración Bush, la “cuestión Irak” ya era tema de agenda desde antes de llegar al poder. Con el 11-S, Irak se ubicaría dentro del “eje del mal”. Los principales argumentos que la Administración Bush utilizó para movilizar la securitización de Irak fueron la violación a las 16 resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU), la posesión de ADM, las violaciones a los derechos humanos y la relación con las redes terroristas, especialmente AlQaeda.

En palabras de Bush: “Irak sigue haciendo alarde de su hostilidad hacia (EE.UU.) y apoyando el terror. El régimen iraquí ha conspirado para desarrollar ántrax, gas nervioso y armas nucleares desde hace más de una década (…) Éste es un régimen que aceptó las inspecciones internacionales y luego expulsó a los inspectores. Éste es un régimen que tiene algo que ocultar al mundo civilizado. Estados como éstos, y sus aliados terroristas, constituyen un “eje del mal” que se arma para amenazar la paz del mundo”[24].

Las intenciones de la Administración con respecto a Irak se confirmaron en septiembre de 2002, en Naciones Unidas, donde argumentaron, la violación por parte de Irak de las resoluciones internacionales, planteando que la “comunidad internacional” debía responder a ese desafío: “Si este régimen fuera a proveer estas armas a sus aliados terroristas, entonces los ataques del 11-S, sería un preludio a horrores mucho mayores(...) Debemos elegir entre el mundo del miedo y el mundo del progreso. No podemos hacer una pausa y no hacer nada mientras que los peligros aumentan. Debemos pararnos por nuestra seguridad y por los derechos y las esperanzas de la humanidad. Por herencia y por opción, los EE.UU. lo harán”[25].

A nivel nacional, Bush representó a Hussein como un dictador cruel y maléfico, basándose en la invasión de Kuwait, así como, difundía el miedo a una posible guerra nuclear. Eso generó, en alguna medida, mayor nivel de respaldo de la opinión pública norteamericana para librar la guerra para derrocar al “dictador”. A través del discurso de las diferentes administraciones estadounidenses, se le personificó a Hussein, incluso hasta su muerte, como un demonio. La propaganda mediática y gubernamental fue fundamental para la movilización de la securitización sobre la amenaza que representaba Irak. Después de septiembre de 2002, los EE.UU. era el único país del mundo donde el 60% de la población creía que Irak era una amenaza inminente. Así como, el 50% de la población de EE.UU en 2003, estaba persuadida de que Irak fue el responsable del 11-S[26]. Esto demuestra desde una perspectiva constructivista que la seguridad, así como toda amenaza se construye políticamente. Siguiendo a Buzan, securitizar un asunto es necesariamente una cuestión política. Se reforzó la identidad unilateralista de Estados Unidos. Esto reflejaba el característico punto de no retorno de todo proceso de securitización: “si no lo resolvemos, todo lo demás será irrelevante”[27].

La Administración Bush buscó convencer a la ONU para obtener apoyo moral y la legitimidad necesaria para la preservación de “sus” objetos referenciales. En varios discursos Bush reconoce “creer” en la misión de la ONU, pero que las naciones “libres” han esperado muchos años para el desarme del régimen de Irak y no han sido retribuidos en su “buena fe”[28]. Bush también justificaba la solicitud de apoyo de las naciones, garantizándoles mayor seguridad después de la transformación de Irak. La imagen de Saddam que se difundía ante la opinión pública internacional era de líder irracional. Ante las presiones de la Administración Bush, el 8 de noviembre de 2002 se aprobó por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la resolución 1441 que respaldaba las condiciones de EE.UU. por la cual se declaró a Irak en violación de sus obligaciones internacionales, se le impuso un régimen reforzado de inspecciones y se le advirtió de “graves consecuencias” en caso de no acatar.

A pesar que a inicios de 2003, la ONU confirmaba que no habían encontrado pruebas que demostrarán la posesión de ADM. De alguna forma, el lenguaje “ambiguo” de la resolución favoreció a EE.UU., con ello, la diplomacia continuaría por otros medios, como señaló Clausewitz en su momento, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. En marzo de 2003, EE.UU. actuó como un actor revisionista y ataco unilateralmente a Irak, justificando el incumplimiento de la resolución 1441 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU). La Administración Bush decidió utilizar la fuerza contra Irak, valiéndose de la potestad que le otorgó el Congreso y del apoyo parcial de la opinión pública estadounidense. EE.UU. actuó como un actor revisionista respaldado en su NSS 2002, restando importancia de la aprobación del CSNU, quienes en su mayoría condenaron la acción unilateral de guerra que violaba la Carta de la ONU.

La llamada Operación “Iraqi Freedom” contó con el apoyo de una coalición de países, especialmente de Inglaterra. La operación tardó alrededor de 44 días para derrocar el régimen baathista. Irak se presentó como una antítesis a la identidad de EE.UU. la cual se fue moldeando como amenaza existencial a ciertos objetos referentes (seguridad nacional/internacional, la libertad, la “civilización”, el “bien”…).

A pesar que se amplificó la amenaza, Irak resulto ser vulnerable, de rápida ocupación y no representaba una gran potencia nuclear, como la Administración Bush lo sostenía. El 1 de mayo de 2003, desde el portaviones Abraham Lincoln (símbolo del poderío militar), el presidente Bush anunciaba “misión cumplida” para anunciar el fin de las grandes operaciones militares en Irak.
El presidente Bush vestido de piloto, filmado por las principales cadenas de noticias, a través de las cuales se difundiría la imagen del líder “guerrero”. En su discurso, se refirió precisamente a las imágenes que proyectaron los media post-Operación, estatua de Saddam cayendo, Iraquíes celebrando la “libertad”, etc. No queda duda que las imágenes han sido cruciales en la construcción de la guerra contra el terror. Las imágenes televisadas del 11-S hasta los bombardeos en Irak, quedaran registradas en la psiquis colectiva de la aldea global, gracias a los medios de comunicación que tienen la capacidad de difundir al instante los acontecimientos, pero sin oportunidad de comprenderlos por la cantidad y volatilidad de la información. En el contexto de guerra, la imagen adquiere una nueva función: la de articular narrativas, lo que, en última instancia, puede hacerla coincidir con el propósito último de la propaganda: “beneficiar a quien la origina” [29]

Los medios de comunicación, principalmente las cadenas estadounidenses, funcionaron también como actores y mecanismos securitizantes con una gran influencia en la percepción de esta guerra. A pesar que desde el 11-S, la guerra contra el terror, se colocó como un boom mediático, y paso a ser manejado como un espectáculo para las principales cadenas de televisión estadounidense. Existían otras visiones de otros medios, a diferencia de la I Guerra del Golfo, y reflejó la cruda realidad de la guerra y sus consecuencias para la población de Irak. La disponibilidad de información alternativa influyó en el rechazo de la opinión pública internacional, así como norteamericana, por lo cual la imagen de triunfo de EE.UU. en esta guerra, no fue internalizada como se esperaba.

Conclusiones


El 11-S representó una ventana de oportunidad para el proceso de securitización de Irak, por el hecho de construir un nuevo enemigo. Para ello, la Administración Bush recurrió a todos los recursos para ir desdibujando al nuevo enemigo y con ello justificar la redefinición de la política exterior, materializada en la NSS 2002 y 2003. El régimen de Irak fue tomando forma a medida que se le vinculó con el terrorismo, las ADM, “rogue states”. Así como, a través de la representación de una imagen de Saddam Hussein, como enemigo de la libertad y la paz mundial. La construcción discursiva de Irak dependió de una mezcla de diferentes tradiciones de la política exterior estadounidense para la redefinición de EE.UU. en el mundo. Del aislacionismo se desprende el rol unilateral; al realismo, se le atribuye la guerra preventiva (sin prudencia); y la imagen mesiánica de EE.UU. para extender la democracia a todo el planeta, corresponde al liberalismo e idealismo. Toda esta retórica discursiva empleada por la Administración Bush facilitó el proceso de securitización del régimen de Saddam Hussein, para pasar de una identificación de la amenaza al movimiento de securitización que consistía en obtener el apoyo y legitimidad para la guerra.

La doctrina de guerra preventiva fue colocada ante la opinión pública como la mejor forma de derrocar a Saddam Hussein, tras el argumento de “supervivencia”, que el riesgo de no actuar a tiempo, contra amenazas terroristas, traería graves consecuencias para la seguridad nacional de EE.UU. y del mundo. Para la dinámica securitizadora de la amenaza, la Administración Bush se basó en este tipo de discursos para fomentar el miedo y aumentar el grado de amenaza que representaba Irak. El discurso fue fundamental en las diferentes etapas del proceso de securitización (definición, movilización y la implementación de medidas extraordinarias) para que la audiencia (tanto nacional como internacional) aceptara la invasión a Irak.

Un factor facilitador de la securitización a nivel interno fue el discurso de guerra que se “vendió” como una excusa por el 11-S. Para Bush, construirse la imagen del presidente de “guerra”, entre apoyos y fuertes críticas, le aseguró la reelección. Muchos de los que votaron por Bush en 2004 resaltaban su liderazgo y fe religiosa. El factor religioso fue usado por Bush para dar mayor sentido a la guerra.

En el discurso de Bush, no quedaba claro si la guerra era contra el terrorismo, contra Irak o contra Hussein. No obstante, la securitización de Irak se centró en la posesión de Armas de Destrucción Masiva (ADM), las cuales nunca se encontraron. Esa discrepancia de objetos referentes generó resistencias en la audiencia internacional, particularmente de Francia y Rusia, miembros permanentes del CSNU, así como, a nivel de la opinión pública internacional, se realizaron diferentes campañas y concentraciones en diferentes países en desacuerdo a la guerra. A pesar de ello, esta circunstancia no fue un impedimento para que EE.UU. actuase al margen de la ONU, y con el apoyo de una coalición “ah-hoc”, atacar Irak. Priorizando una lógica unipolar con ambiciones imperialistas.

En los discursos de Bush siempre estuvo presente la supuesta defensa del interés mundial. Pero no era más que un recurso, una “noble mentira” para justificar la guerra. El por qué de la invasión a Irak, trasciende el derrocamiento del régimen hacía causas más geopolíticas y económicas. Probablemente, los objetos referenciales reales, no la libertad ni la paz, que se podían leer entre líneas aludían a lograr un reposicionamiento de EE.UU. y aliados, en Medio Oriente y Eurasia, y así expandir sus intereses de todo tipo enmascarados en una cruzada “moral”. La Administración Bush mostró un claro interés por el control de recursos como el petróleo. Irak es el segundo país con mayores reservas de “oro negro” en el mundo. Atrás de la ideología y la remoción del “tirano” existían beneficiosos contratos de reconstrucción, apertura y control de la economía iraquí y de sus reservas de petróleo. Por estos factores y muchos otros, era necesario construir una narrativa del peligro de Irak para justificar una guerra necesaria desde los intereses de la elite de EE.UU.

Estos acontecimientos tuvieron fuertes consecuencias para el orden internacional, por el hecho que EE.UU. construyó y fortaleció su imagen hegemónica-imperial “benevolente” pero fue percibido como un Estado revisionista. Además, pasó a considerarse una amenaza para el propio el orden liberal occidental vigente, quebrando las reglas de forma ilegítima. La guerra de Irak evidenció también un multilateralismo débil, en particular la ONU que fue incapaz de tomar una posición clara sobre la guerra. Pero se probó que el derecho internacional es una cuestión de argumentación. Es clara la necesidad de una reforma profunda a la ONU, especialmente el Consejo de Seguridad, dado que EEUU es el miembro más poderoso e interviniente al interior del mismo, lo que muchas veces ha obstruido el funcionamiento o buena aplicación de los capítulos de la Carta de Naciones Unidas, debido a su poder de veto. La legitimidad de la capacidad de EE.UU. para anticiparse a amenazas fue refrendada tras la Guerra de Irak por el Grupo de Alto Nivel de la ONU y respaldada, en buena medida por la idea de la “responsabilidad de proteger”. Bush vendió la idea de la guerra, como un bien público global.

Las políticas emprendidas por la Administración Bush generaron rechazo y hostilidad. La identidad de liderazgo de EE.UU. y su “soft power” del fomento de las democracias, se debilitaron y ha cosechado más enemigos cargados de fundamentalismo anti-estadounidense, lo cual fortalece la virulencia del terrorismo, fenómeno que se hace cada vez más complejo debido a la globalización.

La Operación Libertad liderada por EE.UU. en Irak nunca se completó. Después de dar por terminada la breve campaña militar para derrocar al régimen, el presidente Bush en su discurso, la denominó, “misión cumplida”. Pero el “nation building” quedo a medio camino. La administración Bush creó una profecía autocumplida sobre Irak. Después de la intervención, hasta nuestros días, le siguió un escenario de guerra interna y de insurgencia donde lo que reina es el desastre y la ingobernabilidad, convirtiéndose Irak en un ambiente propicio para el accionar de las redes terroristas. La promesa de “libertad” para Irak se esfumó.
--
[1] Wendt, Alexander. Anarchy is What States Make of It: The Social Construction of Power Politics (1992)

[2] Wendt, Alexander. Social Theory of International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1999.

[3] Jervis, Robert. Perceptions and misperceptions in International Politics, Princeton University Press, 1976, p. 13

[4] Buzan, B., Wæver, O. & de Wilde, J. Security: A new framework for analysis. Boulder: Lynne Rienner. 1998

[5] Beck, Ullrick, “La democracia y sus enemigos. Textos escogidos”, pag. 12. Ed. Paidos, Barcelona, 1995

[6] Tokatlian, Juan. “No debemos buscar rivales, sino socios” Períodico La Nación del 10/12/05 disponible en: http://www.lanacion.com.ar/EdicionImpresa/politica/nota.asp?nota_id=763535.

[7] Kaldor, Mary. Las nuevas guerras: violencia organizada en la era global, Madrid, Tusquets. 2001

[8] Rumsfeld, Donald. Beyond this War on Terrorism. The Washington Post, November 1, p. A35

[9] Bush, George W. Discurso del Presidente durante su arribo a la Base Aérea de Barksdale. 11 de septiembre de 2001. Disponible en: http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010911.1-html.

[10] Bush, George W. Address to the Nation (Remarks in Washington, DC: September 11, 2001). Disponible en http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010911-16.html.

[11] Bush, George W. Observaciones del Presidente, 12 de septiembre de 2001. Disponible en: http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010912-4.html.

[12] Bush, George W. Discurso durante el Día Nacional de la Plegaria y el Recuerdo por las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. 13 de septiembre de 2001. Disponible en: http://www.whitehouse.gov/news/releases/2001/09/20010913-7.html.

[13] Ibidem

[14] Bush, George W. Discurso del Presidente sobre el terrorismo en el Congreso. 21 de septiembre de 2001. Disponible en: www.nytimes.com/2001/09/21/national/21BTEX.html.

[15] Lozada, Mireya. El otro es el enemigo: imaginarios sociales y polarización. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, V. X. 2, pp. 195. 2004.

[16] Bush, George W. Discurso del Presidente sobre el terrorismo en el Congreso. 21 de septiembre de 2001. Disponible en: www.nytimes.com/2001/09/21/national/21BTEX.html.

[17] León Gross, Teodoro. El lenguaje y la guerra. Subordinación de los medios al discurso político ante el ataque sobre Irak. Disponible en: http://www.ehu.es/zer/zer15/articulo_2.htm

[18] Strategy to Combat Weapons of Mass Destruction. Diciembre de 2002. Disponible en: http://www.fas.org/irp/offdocs/nspd/nspd-wmd.pdf

[19] Bush, George W. Discurso del Presidente durante graduación de la Academia Militar. 1 de junio de 2002, Disponible en: http://www.whitehouse.gov.news/releases/2002/06/20020601-3.html.

[20] Idem

[21]Torres, Manuel. La Influencia de la Ideología Neoconservadora de la gestación y conducción de la Guerra de Irak. 1 UNISCI Discussion Papers, Nº 15 . Octubre 2007. Disponible en: http://www.ucm.es/info/unisci/revistas/UNISCI15_Torres.pdf

[22] Project for the New American Century. Letter to President Bush on the War on Terrorism. September 2001. Disponible en: http://www.newamericancentury.org/Bushletter.htm

[23] Dallanegra Pedraza, Luis. La invasión de EUA a Irak. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) Facultad de Ciencias Sociales, Universidad del Salvador. Julio 2003. http://www.salvador.edu.ar/csoc/idicso/docs/sdti006.pdf

[24]Bush, George W. Discurso “Estado de la Unión", 29 de enero de 2002. Disponible en: http://www.usembassy.org.ec/lincolnirc/esp/temasactualidad/2001/wwwftemaa12.pdf

[25] Bush, George W. Discurso ante las Naciones Unidas sobre Irak. 12 de septiembre de 2002. Disponible en http://www.nytimes.com/2002/09/12/politics/12AP-PTEX.htm.

[26] Chomsky, Noam. 2003. “Irak es justamente una prueba de calentamiento”, entrevista de Noam Chomsky con V.K. Ramachandran, 21 de marzo de 2003.Disponible en: http://sisyphe.levillage.org

[27] Buzan, B., Wæver, O. & de Wilde, J. Security: A new framework for analysis. Boulder: Lynne Rienner. 1998

[28] Bush, George W. Address to the Nation on War with Iraq (Remarks in Washington, DC: March 17, 2003), disponible en http://www.whitehouse.gov/news/releases/2003/03/20030317-7.html.

[29] Taylor, Philip M. “Propaganda and Information Operations”, Taiwan Defense Affairs, 2, 1, pp. 80. 2001

No hay comentarios:

Publicar un comentario