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Lo que se obtiene con
violencia, solamente se puede mantener con la violencia (Mahatma Gandhi, 1869-1948)
Hace una década el mundo estaba
ilusionado con el fin de la Guerra Fría y con el inicio del Nuevo Milenio, que
de acuerdo a muchos visionarios, iba a traer finalmente la paz, la prosperidad
y la justicia social a los habitantes del planeta.
Uno de ellos, Francis Fukuyama
escribió en su libro “The End of History and the Last Man” que “el fin de la
historia significaría el fin de las guerras y de las revoluciones sangrientas,
los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin
tener que arriesgar sus vidas en este tipo de batallas”. En la vida real, las
ilusiones habitualmente no son duraderas porque como dice un refrán chino “el
árbol quiere la paz, pero el viento no se lo concede”.
En el diseño de los globalizadores
iluminados del Nuevo Orden Mundial no hay espacio para la paz sino para la
guerra “preventiva permanente”, “caos programado” y “revoluciones a colores”,
cuya realización siempre requiere una violencia supuestamente calculada. Como resultado de todo esto han empezado a debilitarse las
estructuras de la paz en el planeta. El último informe del Institute for
Economics and Peace, “Global Peace Index 2013” (GPI) se constató que el nivel
de la paz en el mundo bajó el cinco por ciento comparando con el 2008 y que la
violencia y la muerte se incrementaron en 110 países de los 162 analizados por
los especialistas del Instituto.
Lo interesante es que el
debilitamiento de la paz se está
produciendo simultáneamente con el otro fenómeno que descubrieron los
investigadores suizos de la Universidad de Zurich, Stefania Vitali, James B.
Glattfelder y Stefano Battiston. En su ensayo, “The Network of Global Corporate
Control”, estos estudiosos revelaron que en los últimos años se ha reducido el
grupo de las grandes transnacionales,
principalmente financieras y minero-extractivas, que en la práctica controlan
toda la economía global y al mismo tiempo se ha aumentado su poder. Actualmente este control y el
dominio están concentrados en las manos de 147 corporaciones de las 43.060
analizadas. Estos datos llevan a la idea de que hay una correlación
entre los intereses de las transnacionales y el resquebrajamiento de la paz en
el planeta. La opinión pública, ansiosa de tranquilidad, no toma en cuenta que
el poder reinante necesita guerras para
remodelar el mundo a su beneficio.
Por eso no es de extrañar que
Afganistán en el Global Peace index 2013 (GPI) ocupa el último lugar-162,
Somalia-el penúltimo 161, Siria-160 e Irak- 159. Irak y Afganistán son víctimas
de la invasión norteamericana y de sus aliados mientras que la violencia en
Somalia y Siria ha sido auspiciada y dirigida por la OTAN, en especial por
Francia y Gran Bretaña que están buscando su tajada energética de la región.
Siria actualmente está en la agenda inmediata de los globalizadores pero les
resulta muy complicado romper el régimen
de Bashar al-Asad y hacer una balcanización del país, debido al creciente poder
mundial de Rusia que ve peligrar sus intereses geopolíticos en caso de una
invasión occidental ya que la oposición armada y adiestrada por el Occidente
por si sola no tiene capacidad de tomar el poder. Lo único que hacen es
desestabilizar al país a través de la violencia y el terror.
El conflicto armado
en este país se ha cobrado 93.000 muertos desde marzo de 2011 hasta el fin de
abril último, según la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU,
Navi Pillay. De acuerdo a la estadística
occidental, el 70 por ciento de la población está apoyando al presidente Bashar
al-Asad y no quiere cambios de gobierno, sin
embargo para la OTAN, Israel y la Comunidad de los Paises del Golfo Pérsico, el
presidente tiene que irse y el país debe ser dividido en tres. Así es la
voluntad imperial de las transnacionales que insultan a la democracia y en cuyo
nombre están asaltando al país. Entonces la violencia de la que hablan los
estudiosos es inducida por otros países cuya autoría no se toma en cuenta en el
mencionado estudio y presentan el caso como algo exclusivamente interno, aunque
el mundo sabe que el problema es más
externo y complicado.
Igual es la situación en 74 países
donde Estados Unidos participa de
diferentes formas en conflictos armados, y en los cuales ayuda a las fuerzas
que favorecen sus intereses como superpotencia, así lo señala la publicación
canadiense, “Global Research”. Actualmente la administración del presidente
Barack Obama ha incrementado la presencia de las fuerzas de operaciones
especiales en 60 países, en algunos de los cuales cumplen misiones encubiertas
relacionadas con la lucha contra el narcotráfico. México es uno de ellos que
ocupa el lugar 133 en la escala del Global Index. La estadística oficial estima
que cerca de 20.000 personas fueron asesinadas el año pasado en este país
relacionados en la mayoría de los casos
con el narcotráfico.
No está claro en este estudio por
qué el país que registra el mayor índice de
violencia en el mundo, Honduras de 8,5 millones de habitantes está
ubicado en el lugar 123, lo que significa que es más seguro en términos de la
paz que México a pesar de que en Honduras se produce un promedio de 20
homicidios al día. También se calcula
que no menos de 600.000 personas están envueltas directa o indirectamente en la
violencia. Colombia está en el GPI en el 147 lugar, el último entre los países
latinoamericanos. Más de cinco millones de desplazados, 250.000 desaparecidos y
de ellos, 38.000 en los últimos tres años
están confirmando la lejanía de la paz en este país sufrido. Tampoco
favorecen a su seguridad la existencia de siete sofisticadas bases militares
norteamericanas, ubicadas en lugares
estratégicos en términos de los recursos
energéticos. A la vez, no es ningún secreto que estas bases militares
representan una amenaza potencial a su vecino, Venezuela que posee las reservas
más grandes de petróleo en el mundo y que debido a este peligro tiene que
dedicar grandes recursos financieros de su presupuesto al fortalecimiento de
sus fuerzas armadas y las de seguridad interna.
Los autores del informe GPI 2013 estiman que la existencia del
peligro de la violencia hace que anualmente 9.5 millones de millones de dólares de la economía mundial se destinan
a la defensa y seguridad interna en todo el mundo lo que representa el 11 por
ciento del Producto Mundial Bruto (GWP). Si este
gasto fuera reducido por la mitad, se podría pagar toda la deuda de los países
en desarrollo, que es aproximadamente de un poco más de cuatro millones de
millones de dólares, estabilizar la economía mundial y en especial la europea
que aparentemente necesita unos 900 mil millones de dólares, además financiar
por completo el Proyecto del Desarrollo en
el Milenio que requiere unos 60 mil millones de dólares.
Estas ideas quedan como una
ilusión prácticamente imposible de convertir en realidad ya que la única
superpotencia del mundo y sus incondicionales aliados europeos, Japón, Corea
del Sur, Turquía, Israel no limitan sus gastos militares inclusive en época de
una severa crisis económica, porque sus intereses geoeconómicos requieren
conquista de nuevos mercados y el mayor acceso a los recursos naturales. Irak,
Afganistán, Libia, Somalia, Yemen y ahora Siria son ejemplos que no es
necesario ni siquiera comentar. Después le tocará el turno a alguna revolución
de color en Argelia, Jordania y en algún momento en Arabia Saudita, Qatar y
Kuwait.
Entonces tenemos que prepararnos
para el continuo deterioro de la paz en el mundo y para el incremento de la
subjetividad de los autores de estos estudios que otorgan a los Estados Unidos,
al mayor agresor y promotor de la
violencia en el mundo vía “caos”, “revoluciones de color” o la “guerra
preventiva permanente” el lugar 99 en el GPI 2013, mientras que otro país que
trata de prevenir el derramamiento de sangre en Siria y establecer el orden
multipolar en el planeta, Rusia está en
el 155 lugar, precedida por Corea del Sur e Israel y seguida por Paquistán,
Congo, Sudán, Irak, Siria, Somalia y
Afganistán.
Como dijo alguna vez el ex
secretario asistente del Tesoro norteamericano, Paul Craig Roberts “la verdad e
integridad son palabras compuestas de letras muertas. Nadie sabe ahora lo que
significan”.
Columna
semanal por Vicky Peláez
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